El auxiliar de la educación, en sus distintas tareas, ya sea la de limpieza del establecimiento educativo o la del comedor de los mismos, asiste cada día a su trabajo con la carga que significa que su sueldo no alcanza a cubrir las necesidades mínimas de una familia, en las que muchas veces el sueldo del auxiliar es sostén del hogar. En los lugares de trabajo, en ocasiones, son tenidos en cuenta y tienen una rutina de trabajo armoniosa, pero en otras, lamentablemente son víctimas de abusos de poder, de desprecios y se pretende obligarlos a hacer tareas que exceden a su fuerza física y su capacidad de trabajo. O se los obliga a limpiar las miserias de sus propios compañeros. Sin tener en cuenta que, en definitiva, tanto directivos, docentes como auxiliares son empleados de un mismo patrón: el estado provincial.

Con respecto a esta relación laboral, cuando los docentes hacen paro (como medida de fuerza en defensa de sus legítimos reclamos) las escuelas se cierran. Cuando los auxiliares de la educación, que no se han doblegado ante ningún gobierno y siguen reclamando lo que con justicia merecen, hacen paro, comienzan las presiones con eso de que dejan las escuelas sucias y que no garantizan el comedor. Como si el reclamo del auxiliar no tuviera valor o peor aún, como si el auxiliar de la educación no tuviera derechos.

Más de un auxiliar ha llevado artículos de limpieza desde sus casas, pagado con sus magros salarios, a las escuelas. Y hacen verdaderos malabares para barrer y limpiar con elementos que ya no sirven por su uso. Ni hablar de los compañeros que se desempeñan en las cocinas y hacen que los pibes puedan comer con las irrisorias sumas que aporta el gobierno provincial para la alimentación.

El 10 de septiembre se festeja el día del auxiliar de la educación, pasa casi desapercibido todos los años, pero el puesto de trabajo del auxiliar es tan necesario, merece ser reconocido y es tan digno como el de todos los trabajadores de la educación.