Rio Gallegos - Santa Cruz. 5 de Mayo del 2024
CAMPAÑA NACIONAL

A 30 años del último caso de polio, dos sobrevivientes cuentan su historia de lucha y superación

A 30 años del último caso de poliomielitis en la Argentina y en el marco de una campaña nacional de refuerzo de vacunación para sostener este logro, dos personas que contrajeron la enfermedad en tiempos en que no había vacuna, dan testimonio de la lucha que tuvieron que dar para superar las secuelas físicas a las que parecían estar condenados.



Alicia Pattacini tenía 20 meses cuando, en 1944, contrajo poliomielitis en la provincia de Córdoba y actualmente camina con una ortesis en su pierna izquierda y dos bastones canadienses, mientras que Daniel Ponzo se contagió 14 años después y la mejor posición económica de sus padres le permitió acceder a otras opciones de tratamientos que eliminaron casi toda secuela.

La poliomielitis es una enfermedad infecciosa que, en sus formas más graves, afecta al sistema nervioso central produciendo debilidad muscular y parálisis aguda fláccida.

La menor de tres hermanos, Alicia, había comenzado a caminar desde los 11 meses en su casa de Villa Valeria, una localidad que
hoy tiene unos 2.900 habitantes.

"Fuí el único caso en el pueblo. Yo lloraba y lloraba y cuando me quisieron parar, se me doblaban las piernitas. El médico del pueblo se fue a estudiar los libros y volvió diciendo que 'sospechaba que era una especie de parálisis' y que 'parece que era una epidemia'", contó Pattacini en diálogo con Télam.

Por entonces, el gobierno nacional había dispuesto pasajes gratis en tren para que los chicos sospechosos de padecer poliomielitis viajaran con sus madres a Buenos Aires, donde les daban 20 días de alojamiento, hasta tanto fueran diagnosticados.

"Algunos quedamos internados y las madres se tenían que volver a sus provincias, porque tenían otros hijos", cuenta.

Alicia tuvo que permanecer cuatro años internada en el Hospital de Niños para ser sometida a distintos tratamientos de rehabilitación.

"Mi madre venía a verme tres veces por año y yo le decía 'tía', y en cambio le decía 'mamá' a la hermana de la suegra de una tía mía, que vivía cerca del hospital y se comprometió a visitarme seguido para mandar noticias. Ella era muy buena, me llevaba potes de dulce de leche y caramelos", cuenta.

Mientras tanto, Alicia reaprendió a caminar, primero con andador y ortesis en ambas piernas, luego ya solo con bastones hasta que, cuando tenía 6 años, le dijeron que ya podía volver a su casa donde le esperaba la tarea no menos ardua de volver a conocer y restablecer el vínculo con su padre y hermanos.

Cuando tenía 9 años, Alicia y su familia se trasladaron al conurbano bonaerense donde terminó la escuela mientras proseguía su rehabilitación.

Pero fue su inscripción en el club Marcelo J. Fitte, el primero en toda Latinoamérica dirigido por y para personas con discapacidad motora, lo que dio no sólo los contactos para acceder a su primer trabajo sino también un buen grupo de amigos y hasta el único viaje trasatlántico realizado en su vida.

Alicia practicaba allí lanzamiento de disco y jabalina, cuando le ofrecieron ser parte de la delegación argentina que participaría de la edición 1964 de los Juegos Stoke Mandeville de Londres, los precursores de los juegos paralímpicos.

"Fue una maravilla ese viaje. A mí se me caían las lágrimas de ver gente con tanta discapacidad que ganaba medallas de oro: eso me daba ánimo para proponerme cosas", contó.

Con el tiempo Alicia consiguió un trabajo como secretaria médica en un centro de salud, se compró un auto para manejar con comando manual de pedales, se casó y tuvo dos hijos.

Ya viuda y con tres nietas, hoy ella no reniega para nada de la enfermedad.

"Si yo no hubiese tenido polio no hubiese salido de mi pueblo. La lucha fue dura, pero me dio la posibilidad de estar en Buenos Aires, de estudiar, de trabajar fuera de casa, de viajar al exterior", concluyó.

Por su parte, Daniel Ponzo vivía en Palomar pero la poliomielitis le dio en casa de su abuela en Devoto, adonde toda su familia se había mudado temporalmente para que el entonces bebé de 11 meses no se contagiara de la enfermedad durante el brote de 1956.

"Tuve un episodio de altísima fiebre , y la polio me tomó el pie izquierdo, subió por ese lado del cuerpo y llegó a la nuca. Había tres posibilidades: que subiera a la cabeza, que bajara por el otro lado e infectara toda la otra zona del cuerpo o que terminara ahí, y terminó ahí", contó a Télam.

Comenzaba entonces el largo camino de la rehabilitación.

"Mi viejo, que era gerente en Aerolíneas, empezó todo una investigación a ver qué pasaba en el mundo, dado que él tenía la posibilidad de pedir un traslado. Así logró identificar a una doctora sueca que estaba haciendo rehabilitación de avanzada en Roma y pidió el pase a Italia. Ella tenía un instituto de rehabilitación con lo más moderno que había entonces en el mundo", contó.

Para entonces, Daniel tenía tres años y había aprendido a caminar, pero llevando un corset de acero que le cubría todo el torso desde debajo de la axila, una ortesis y una bota en la pierna izquierda.

"En esa clínica era todo experimentación. Empezaron con electroestimulación para tratar de reactivar los músculos. Además, me ponían calor y me hacían masajes , caminar por la playa y hacer gimnasia. Así fui mejorando y a los 4 ó 5 años me sacaron el corset", dijo.

Ponzo regresó al país cuando tenía 8 años, y prosiguió su rehabilitación en Alpi, donde se sorprendieron de los progresos conseguidos en Europa, "a tal punto que hicieron un congreso de médicos y me pusieron como conejillo de indias", dijo.

Actualmente, las secuelas en Daniel son mínimas: su pie es 3 números más chico, su pantorrilla más delgada y la pierna es un centímetro y medio más corta, lo que le produce una muy leve renguera al caminar.

Padre de tres hijos ya adultos, Daniel se volcó al periodismo y hoy es director del diario Reporte Nacional, que edita la agencia Télam para sus suscriptores.

"Lo que me enseñó la polio es que no se pacta con las dificultades, tenés que enfrentarlas porque cualquier otra circunstancia va en desmedro de uno. Y eso me forjó para todo el resto de mi vida", contó.
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Lunes, 22 de septiembre de 2014


 
 


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