Rio Gallegos - Santa Cruz. 27 de Abril del 2024
NEUQUEN

Hallan 9 chicos hacinados en el barrio Confluencia

Los menores fueron encontrados por la Policía durante un allanamiento. Sobre un colchón derruido y mugriento descansaban al menos 9 chicos de un amplio abanico de edades. Dos mujeres los acompañaban, al igual que cinco perros flacos y debilitados por la sarna y las garrapatas.



El objetivo del allanamiento era encontrar armas y cosas robadas. Eran las 8 de la mañana cuando un grupo de policías empujó la puerta que estaba entreabierta e ingresó al edificio ubicado en Paimún 401, donde funcionaba el viejo destacamento, en pleno corazón del barrio Confluencia.
Para la Policía fue una rutina porque ya conocía el lugar y la historia de sus moradores. Pero la escena –como tantas veces– causó la misma impresión de siempre.
Sobre un colchón derruido y mugriento descansaban al menos 9 chicos de un amplio abanico de edades. Dos mujeres los acompañaban, al igual que cinco perros flacos y debilitados por la sarna y las garrapatas.
El hedor era insoportable producto de una gran cantidad de bolsas de basura esparcida por todos lados y del amontonamiento de 11 personas conviviendo en un espacio reducido, sin ningún tipo de higiene.
Los policías ingresaron, despertaron a las dos mujeres y les comunicaron que se trataba de un allanamiento. Desde hace tiempo sabían que el lugar funcionaba como un aguantadero y ahora buscaban armas que habían sido utilizadas en delitos recientes.
Pese a que conocían la historia, la escena los conmovió porque los chicos estaban muy sucios y en un estado total de abandono. El superior llamó al servicio de emergencias SIEN para que asistieran a los menores con mayor riesgo.
Cuando llegó la ambulancia, una médica se encargó de revisar a los niños. En un par de colchones había un nene de 9 meses, y otros tres de 2, 3 años. Otro estaba sentado en un sillón destruido que alguna vez tuvo un tapizado floreado y del que ahora apenas quedaban jirones. El resto ya se había retirado del lugar. Luego se hizo la denuncia a la Justicia de Menores y a los responsables de Acción Social para que atendieran a la familia.
La historia que se pudo reconstruir a partir de este panorama es dramática. La responsable del lugar es una mujer de 35 años que es madre de 13 hijos. El mayor tiene 21 y el menor 9 meses. La otra mujer que la acompañaba es la novia del hijo mayor que habitualmente se queda en el lugar para ayudarla.
Abandono
En ese edificio abandonado y medio demolido viven todos. O al menos la mayoría. Los más grandes ya tienen vuelo propio y pasan cada tanto, de acuerdo con sus necesidades. Los más chicos dependen de su madre para la crianza, aunque lo que reciben de atención y cuidado es poco y nada.
Un solo baño en el que hasta hace poco había un hueco fue mejorado con un inodoro, pero el espacio dista mucho de ser un sanitario. Todo el lugar está sucio y descascarado.
En otra habitación hay una suerte de chacarita casera que acumula desperdicios, ropa vieja, trastos, pedazos de muebles y restos de colchones que ya no sirven para nada. Las paredes están sucias y apenas se ven restos de pintura verde. Una serie de graffitis y dibujos dan una idea de que el lugar fue visitado en otras épocas por otros moradores, probablemente adolescentes del barrio que quisieron dejar su impronta en un edificio con historia.
Hace un par de años funcionaba un destacamento policial que luego fue abandonado cuando se construyó la nueva comisaría. Esa estructura fue usurpada desde febrero de 2013 por esta mujer con sus hijos.
La joven, madre desde que era apenas una adolescente, está en la mira de toda la gente que vive en el barrio porque a sus hijos (los más grandes) los vinculan con los reiterados hechos delictivos y de violencia que azotan a Confluencia desde hace tiempo. Por eso quieren que se vaya.
Cuando comenzó el procedimiento policial, los más chicos se despertaron por el ruido y las voces extrañas que se multiplicaban a esa hora de la mañana. A esa altura, además de los policías y los paramédicos, también habían ingresado periodistas, fotógrafos y camarógrafos que cubrían el allanamiento. Lejos de asustarse, los chicos sintieron curiosidad y preguntaron qué pasaba. Y cuando vieron las cámaras enseguida empezaron a pedir la foto.
La imagen que ilustra esta crónica los muestra sonrientes y expectantes.
Todos parecen contentos, ajenos a la miseria y el drama. (La Mañana)


Martes, 23 de septiembre de 2014


 
 


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