NOTI LA PUEDO CREER!!
Se reúnen para ver el despegue de los aviones
Casi un centenar de personas se da cita en las afueras de la aeroestación Francisco Gabrielli, sobre la Ruta Nacional Nº 40, en Mendoza. Mates, heladeritas y reposeras para vivir una experiencia diferente. Para algunos, visitar la base aérea de Las Heras, ya es una tradición desde hace más de tres décadas.
Dura apenas, poco más que un golpe de vista. Es una aventura sensorial para quien no tiene recursos pero que se disfruta y se vive como una expedición imposible. Son palabras que pueden parecer exageradas si no se ha vivido la experiencia, si no se ha escuchado a quienes la viven.
Situación: Ruta 40 norte. Faltan algunos minutos para que se hagan las siete de la tarde. El sol ya ha comenzado a esconderse, refresca, pero no al punto de necesitar abrigo. Los mosquitos andan de un lado para el otro zumbando en oídos desprevenidos.
Un alambrado separa a la gente de la pista de aviones de la aeroestación Francisco Gabrielli, en Las Heras. Una ancha calle divide las formalidades y los ritos del puerto aéreo de la informalidad y las prácticas de quienes disfrutan de un merecido día de descanso, al refugio de los árboles que habitan la vera de la ruta.
Allí se dan cita todos los días, pero con mayor convocatoria los domingos, muchos mendocinos que desean ver despegar un avión. Tan simple y pequeño como eso. Tan grande, también. Entre ruidos de autos incansables, olores extraños y tierra que de vez en cuando se levanta, viven una y otra vez las rutinas del aeropuerto. Pasan un domingo distinto.
Oscar Navarro y María Manzanares hace 36 años que están juntos. Y hace esa cantidad de años que vienen a ver vuelos y viajes ajenos. Él asegura que alguna vez se subió a un avión. Ella nunca lo hizo. La pareja ha salido a pasear el fin de semana. Pasaron por el Manzano, por Villavicencio y terminaron en El Borbollón.
"En el aeropuerto viejo - el del Plumerillo- te dejaban acercarte mucho más. Y antes en este podías ir a la terraza. Igual seguimos viniendo. Es una linda salida", dice el juninense Oscar agregando que es curioso comparar el despegue dentro de un avión y fuera de él. Por su parte, María continúa: "Ver cuando el avión levanta vuelo te pone la piel de gallina. Sentir que se te viene encima, que sopla el viento, que hay ruido. Sentís una adrenalina muy especial. Es hermoso".
Pasan los aviones
La gente está apostada al final de la pista y la mayoría de las veces es por allí por donde las máquinas dejan de tocar el suelo. Cuando uno de los aviones despega, en general de Aerolíneas Argentinas o Austral y, en menor medida de LAN, suceden varias cosas. Se produce un silencio que solo es interrumpido por los vehículos que vienen desde el norte, que frenan para observar el "mini" espectáculo y por el de las turbinas del avión que ya trabajan a plena potencia. Cuando el avión ya está sobre sus cabezas, es cuando comienzan los gritos de alegría, los niños saludan, los hombres y mujeres se llevan la mano a la frente, hacen visera, y miran con una sonrisa ese acto sobrenatural, por más explicaciones que la ciencia se obstine en dar.
Dentro de su auto, junto a su familia, Oscar Medina, de Maipú, relata que es un momento de relax para él. "Me gustan mucho los aviones, soy conocedor del tema. A los 11 años venía a ver los Sabre - un avión de caza- y me acuerdo cómo dejaban humo. Para mí esto es tranquilidad", dice el hombre, agregando que suele quedarse todo lo que puede. O hasta que los niños se cansan.
Una familia sancarlina, los Barroso Morales, está cerca de su camioneta. Esperan con paciencia la salida del Embraer 190 de Austral. Recomiendan, entre risas, que lo más importante de todo es traer repelente de mosquitos porque "te comen, hermano, te comen". Luego admiten que cuando pasan por la zona se frenan a ver los despegues. "Pasan muy cerquita. Es una sensación de tener al avión ahí, suspendido arriba tuyo".
La espera es mucho mayor que la de los grandes aeropuertos. Probablemente en Ezeiza o Aeroparque - a mil kilómetros- la situación se presente más agitada. En cambio aquí hay que esperar media hora entre pasada y pasada. Y los aterrizajes se ven bastante lejos. Pero no importa porque es la excusa para degustar unos buenos verdes acompañados de alguna factura o tortita raspada.
"La nena quería venir, vaya a saber de dónde sacó que quería ver a un avión despegar. Así que al final le llevamos el apunte", cuentan los Panella Ochoa quienes vinieron de Guaymallén y Godoy Cruz a ver pasar los aviones. "Es la primera vez que venimos. En realidad, volvemos desde la Difunta Correa y como nos queda tiempo, aprovechamos", indicaron.
Cuando el sol ya se ha ocultado y se ven con claridad las luces de la pista de aterrizaje, un gran estruendo se escucha desde el norte. Son "aviones que vuelan bajito". No, en realidad, son motociclistas del club Ases de las Rutas que vienen en peregrinación desde San Expedito, en San Juan.
"Somos la única agrupación del país con marca registrada", cuentan orgullosos mientras acomodan sus motos frente al final de la pista para ver una de las últimas salidas de la tarde mendocina. "Esta vez paramos, siempre venimos y vemos la cantidad de gente que hay parada", cerraron. ()
Lunes, 16 de marzo de 2015
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