Boca y River paralizaron Río Gallegos, y seguramente una parte del mundo. Nuevamente los equipos más importante y representativos del fútbol argentino y considerado por la prensa especializada, como el clásico más trascendental de todo el mundo, a pesar de que la plaza futbolera argentina no es considerada de la élite mayor como el español, italiano o ingles.
Lo cierto es que una vez más, los equipos rivales eternos por excelencia disputaban una vez más el honor, más allá del torneo en si, y la suerte la tuvo el local River que a pesar de que comenzó con un paso en falso, ya que a los primeros segundos de comenzado el encuentro, hubo un penal en favor de Boca, seguramente para las estadísticas por lo temprano del penal, y el arquero millonario lo atajo y desde allí el envión anímico fue más para River que para Boca, hasta que logró el gol y mantuvo el resultado y fue un justo ganador.
El pitazo final desató la alegría y la fiesta en todo el país y nuestra capital no fue ajena a este festejo social, cosa que no pasaba desde aquella fatídica tarde de julio en que Argentina perdía frente a Alemania la final de la Copa del Mundo en Brasil.
River y Boca son mayoría y cada vez que haya festejos por parte de ambos fanáticos, la alegría nunca termina, más allá del propio folclore entre ambos.
La suerte esta vez fue para el millonario, que luego de su travesía en la segunda categoría del fútbol argentino, gritó primero y eliminó a Boca en una semifinal de un torneo internacional: la Copa Sudamericana.