COLUMNA EDITORIAL
TRABAJO DIGNO, TRABAJADOR DIGNO
No tengo dudas que es el estado, el que se debe preocupar y ocupar en brindarle a todos los ciudadanos la posibilidad de poseer un trabajo digno, pero si tengo muchísimas dudas que...
...cada uno que posee ese trabajo digno, se convierta en un verdadero trabajador con dignidad. Le pido perdón a mis lectores, pero estoy muy molesto, y paso a contarles el motivo. Escuché en la radio de esta semana una mujer que dejaba un mensaje que fue leído por el locutor. El mensaje expresaba que ella tenía una hija, trabajadora de un comercio importante de la ciudad, y que cuando regresaba a su casa, cansada, abatida, casi desecha, tenía que acostarse a dormir para descansar un rato. Por ese motivo es que pedía al comercio donde su hija trabajaba que sean considerados con la juventud y no los hagan trabajar tanto. Mi primera reacción fue ponerme del lado de la pobre chica que trabajaba muchas más horas de las que debía o realizaba trabajos no convenientes, pero en forma inmediata me dí cuenta que no se trataba de un hecho y situación inusual en este nuevo mundo que vivimos, por lo que la situación de la chica y el negocio donde trabajaba pasaba a un segundo lugar y quedaría para la anécdota. Lo importante aquí es que la misma situación se sumaba a otra similar donde un padre pedía a un funcionario un trabajo de oficina para la hija porque donde lo hacía le exigían cumplir estrictamente con los horarios. A modo de ejemplo puedo sumar los comentarios de un docente de esta localidad que expresaba que si los alumnos solamente se presentaban a un período de compensación iban a ser aprobados, sepan o no los contenidos dictados. Aquí deseo llegar con el motivo de mi molestia, aquí quiero recordar a muchísimos padres y abuelos nuestros que trabajaban todo el día, no se quejaban, hacían todo lo que le pedían y sin duda muchísimo más con el fin de demostrar que a ese trabajo digno se le debe agregar la dignidad del trabajador, la de esforzarse para mejorar continuamente, la de no poner obstáculos, la de colaborar con la empresa a la que pertenece pensando en el bienestar tanto de la organización como la propia, la de llegar a su casa cansado pero satisfecho del deber cumplido. Todo eso sí, efectivamente, es la dignidad del trabajador, no la de cansarse del aburrimiento o la apatía, no es dignidad la de estar todo el día sin hacer nada para luego agradecer que se tiene un trabajo digno. Por todo lo dicho, les pido un esfuerzo a mis queridos lectores, les pido que pensemos siempre en dignificar nuestra labor o nuestro trabajo, sea particular o en relación de dependencia, que para nuestro caso da lo mismo, ya que hablamos solamente de trabajo y no de dinero, jefes o directores de oficinas. Pero, no solamente pongamos todo de nuestra parte para mejorar el lugar donde desempeñamos tareas, sino pensemos que todo tiene que ir para adelante, todo tiene que mejorar, y ese todo incluye por supuesto a la sociedad, a todos los habitantes de una ciudad, una provincia o una nación. Por último, pienso en las organizaciones sindicales que representan a todos los trabajadores, los que igualmente deben estar en esa idea, en la dignificar al trabajador, que no es otra cosa que reconocer que el esfuerzo, el sacrificio y la voluntad mejoran una sociedad que deseamos, y alentar a sus afiliados también en este sentido, y no solamente para reclamar sus justos derechos. Y hablando de derechos de los trabajadores, no podemos olvidar que también tienen obligaciones, ¿o no?. Nos vemos de nuevo muy pronto.
Jueves, 18 de diciembre de 2014
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